Lola Ortega, luz, forma, espacio
Lola Ortega crea paisajes que son formas que dibujan el espacio, reduciendo los detalles expresivos al gesto del color, o bien a la planificación de la superficie, buscando el recurso de lo austero en la capacidad que tiene el misterio en reafirmarse.
Investiga la determinación de lo existente en el espacio mental en el que interviene la invención programática, procedente de una mente elegante, sensible y espiritual.
Se interesa por la elucubración mental del momento interior, permitiéndose abrirse al exterior, a través de paisajes que poseen referencias, pero que son inventados.
No hay nada real, todo corresponde a la realidad interior, la que de verdad existe. De ahí que plasme campos, paisajes, flores, vegetación, composiciones abstractas donde predomina el color, también el astro rey y la iluminación de la luz.
Es una creadora que se asienta en la sensibilidad del momento, profundizando en el mismo, tomando como referencia aquello que su ojo ve pero que su corazón interpreta más allá de lo concreto. De ahí que sea formalista, en el aspecto de integrarse en el desarrollo parcial de lo singular existente pero también intensamente vivencial.
Autodidacta, es una poeta del momento, porque busca la máxima efectividad del instante, pero, sin abusar de la escenografía.
En realidad su actitud es la de una pintora que poetiza la existencia, buscando distintas intensidades, sin permitirse licencias superficiales que pongan al descubierto su fragilidad. De ahí que transforme la determinación en serena observación, conectando con la armonía universal a través de los elementos de la propia naturaleza.
Escenifica la luz, entendida como luz frente a la oscuridad, es decir en el papel de fuente de conocimiento. Pero, su concepto de luz se versatiliza lo suficiente como para ponerla al servicio de la proyección de la forma, situada en el espacio.
Por consiguiente su visión de la luz está siempre coordinada a través del binomio forma-espacio. De esta manera alcanza un equilibrio en el que lo importante no es lo que representa, sino el fondo que trasluce y, más aún, su verdadero significado oculto: su capacidad vibratoria y la necesidad de superar la excesiva conceptuación matérica.
Joan Lluís Montané
De la Asociación Internacional de Críticos de Arte